viernes, 11 de enero de 2008

Ciudades calcadas

De niño tuve calles, nubes de polvo,
Un tumulto de voces llamando fuera del hogar.

La estación de tren divisada
sobre los hombros de mi padre.
Promesa de viaje,
frontera de lo conocido.

Mas allá selvas y fieras,
ciudades vivientes,
paises de lujo y de barbarie.

¡Desmesura de las fábulas
en un borde de la tierra plana!.

Tuve calles, amigos, correrías,
juegos sobre trazados de ruinas,
persecuciones, salvajes alegrías.

Arrojé piedras a las aves,
conocí el sabor de la fruta robada y la mentira.

¿Cómo Platón olvidó
expulsar a los niños de la ciudad?

Una ciudad es un montón de piedras
y de intenciones antiguas.

Dibuja el círculo del cielo
con mirada atenta
mientras duerme.

Afuera,
lo innombrable.

II

He buscado lugar
cruzando pasos elevados,
a saltos sobre escalas de metal.

Varias cajas de libros y una cama
peregrinan conmigo de barrio en barrio,
de ciudad en ciudad.

Tuve casas con patio y con jardín,
habitaciones estrechas
visitadas por el amor.

Tuve esquinas y terrazas.
Encontré puertas para todos los deseos.
Siempre las mismas puertas cerradas
o abiertas a un incendio subterráneo.

Pasé por alto entonces
que las ciudades se calcan mutuamente.

La diferencia es un sinfín de nombres
desparramados sobre un mapa.

La diferencia es un listado
de filiaciones enemigas.

La diferencia es cada lugar
alumbrado por una conversación.


III


Ciudad de los pasos contados,
idénticos,
sin mas allá de la costumbre.

Ciudad de las vitrinas y de los espejos,
ciudad doble de los maniquíes,
ciudad triple de las sombras.

Mi rebeldía no tiene por donde caminar,
tropieza con las mercancías de una feria sin fin.

¿Cuántas veces he pensado en irme,
cuantas me fuí para regresar
en contra de los juramentos?

Los semáforos y las luces de los supermercados
permanecen encendidos semanas, meses.

Columnas de humo señalan un fuego que avanza.

Todo lo que busco cabe en un instante.
Me quedo,
No sabría que hacer en otra parte.

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