martes, 26 de agosto de 2008


Somos cuatro

Sólo estoy, aquí conmigo.
Mi sombra se mira en el espejo y dice:
somos cuatro.

Es bueno estar en paz
Con los fantasmas, saber que esta noche
Es la mejor orilla del pasado
Y que nos hemos reunido finalmente
A salvo entre los libros.

Los recuerdos ronronean
Como el gato que fue todos los gatos
Y de nuevo devora al eterno ruiseñor.

Sabemos que mañana
La frágil tregua va a romperse
Y cada uno marchará por sus asuntos.
Las sombras promiscuas,
Fundidas en su vecindario de sombras.

El reflejo nadará por su universo paralelo
Emergiendo a tomar aire en cada espejo.

Y yo, el de éste lado
Disperso entre los actos, las palabras,
Los tumultos,
Sabré ocuparme
De salvar las apariencias.

sábado, 16 de agosto de 2008


La canción de las sirenas

Me pierde la canción que me desvela.
G. Quessep




Ulises se hizo atar al mástil de su nave
Para escuchar impune la canción de las sirenas

No soy Ulises
Pero estoy atado a un sueño,
A una promesa sin palabras.
Algo espera y llama,
¿Dónde?
No lo sé.
Oscuro es el destino.

En vano interrogo el fondo de mi taza de café.
Los signos ofrecen pronósticos ambiguos.
Veo un corazón desde su sombra,
Sujeto por una tensa cuerda
A una estrella que se aleja.
Veo unos ojos que me miran
Desde órbitas de piedra,
Una mujer que cierra una ventana.

No habré escuchado impune esa canción.

Estoy atado a una columna,
Me buscan flechas,
Susurros.
Frases de un idioma que no hablo,
Días y noches de resplandor naranja,
La ciudad donde soy un extranjero.


En suspenso bajo el cielo,
El tiempo me deslíe.
Las mujeres van y vienen,
Las promesas se olvidan.
Las canciones vuelven a inventarse
Con fragmentos cosidos una y otra vez,
Tomados del cielo, de la tierra.
Cantados por la voz de alguien
Que buscábamos como a tientas
Por un mercado bullicioso.

Y así voy por el mar, por las ciudades,
El exceso de criaturas me confunde.
Un temblor en el silencio me sujeta
A la cosa sin contornos que es mi vida.

No habré escuchado impune esa canción.

Caja de pandora

Fácil es rendirse a una esperanza
Salida de una caja de sorpresas.

Una tarde azul, una mujer
Alisa los pliegues de su falda para ti.
Inevitable saborear el aire en torno suyo.
Ya gravitas como un asteroide,
Ya creces como un árbol
Hacia el tono de su aura.

Es ligero el viento entre las costillas,
Gris el color de la materia gris.
Las palabras son caravanas de intenciones.
Emigras del fragmento que habitabas
Bien o mal.
Anudas los ritmos,
Aprendes a caminar a otro paso,
Te vas de ti hacia ella.

Nada restituye lo que entregas.
El despertador anula los segundos,
Das vueltas en la cama.
No puedes cancelar los pactos,
Te has desalojado.

Lo difícil de cambiar la propia sombra
Por la sombra ajena,
Es volver de nuevo y solo al cuerpo.

Scherezada

Pensar la vida es tejer el relato de choques y caídas. Reflujo de un río en la proximidad del océano.
Horror y emoción insisten bajo cada resplandor de espuma. Somos empujados por una corriente de voces antiguas.

Habla Scherezada de mis noches, cuéntame tus paisajes y tus fábulas.
Hazme familiar el vacío.
Haz de la vida y la muerte una historia pronunciada dulcemente.
Las estrellas asoman por la ventana, y se aproxima la hora
en que somos empleados de la contabilidad infinita.

Pensar la vida es ordenar los colores, conjugar apariciones,
urdir fábulas, hibridar palabras. Oponer a lo desconocido una baraja de trucos.
Saborear el don de los actos.
Sobrevivir, llevado por un deseo loco, que recorre los linderos del mundo haciendo metáforas de su presencia.

Háblame Scherezada, que te oiga. Ésta noche es sola. Dios se ha marchado.
Recuerdos y voces regresan como un rumor de vastos recorridos.
No se siente la vida, solo el silencio y la niebla que avanzan sobre el cuerpo.

lunes, 11 de agosto de 2008


Prólogo de Juan Manuel Roca

Que en un censo de reflejos y de reflejados hay más “imágenes que espejos” para quien tiene unalma única, es parte de un secreto que develan los poemas y los dibujos del libro Círculo hechizado, la obra de Darío Villegas que funciona como una totalidad, en la que los trazos de un dibujante hacen de bisagra en la puerta de sus versos y las palabras hacen de bisagra en la puerta de sus trazos. Flota en todo el libro una atmósfera en que lo perdido, lo escondido, regresa sin el estímulo de nadie pero al conjuro de la palabra.
Poemas y dibujos tienen la impronta del sueño, de una materia intangible. Sombras que son prolongación de espejos ciegos, sombras enmascaradas, sombras caminando entre otras sombras. La de Darío Villegas y su Círculo hechizado es una larga y solitaria pregunta por el devenir, una voz que se da en círculos como los trazados por la pedrada en el agua, que huye de su centro y a su centro regresa.
No es una poesía complaciente, ni en su lenguaje ni en sus exploraciones por el tiempo y el vacío, ni en el aserto de verdades fáciles, compartibles. Sus dibujos, con algo de sombra chinesca y vocación de mezzatinta, son un silabario hecho de trazos dictados por una fuerza oculta, acaso forjados en la lengua del sueño. Decapitados o abolidos dioses visitan a Villegas en un plano lingüístico y en un plano plástico, y casi siempre se entrelazan.
De ese talante es la poesía de Villegas, tanto la escrita como la dibujada en sus puntos de fuga. Hace y recibe guiños de lo intangible mientras tiende una cuerda tensa por donde caminar entre los hilos del lenguaje y los hilos de la niebla.

Círculo hechizado

para L D


Hay más estrellas que puentes.
Más instantes que deseos ocultos.
Más secretos que palabras.

Cada grano de arena tiene un nombre.
Un destino que transcurre
entre la playa.

Hay tantas olas como formas sucesivas
para las nubes que pasan.
Tantas sombras como ideas que los hombres repiten
mientras cae la tarde.

Hay más vacío que sueños.
Más imágenes que espejos.
Sólo mi alma parece una,
sola,
un instante,
un círculo,
antes de fundirse
en el clamor innumerable.

Buque fantasma

Otra vez como otras tantas noches
evocas el mar, llamas a tu sombra,
le pides que lea en el orden de la arena,
Que descifre para ti las viejas piedras.
El mar repite su espuma, insiste
y esa voz impenetrable es tu voz.
Contemplas el espejo en que te ausentas.

¿Qué profundidad podría devolverte luz
entre apretados átomos,
desde abismos superpuestos?
¿Cómo hacer un hombre de tanta cosa dispersa?

Una sobre otra avanzan oleadas de palabras,
Las historias, las promesas, las preguntas.
Apenas pronunciadas regresan al mar incalculable.

Los fantasmas de las horas felices
Y de las horas trágicas
danzan sobre el puente de un buque.

El abismo recoge las formas que se hunden.

Nunca sabes

Memoria de Fabián Rendón


Nunca sabes cuando es la última vez
que te despides.
Siempre esperas el retorno.

Después de un café,
en medio de una larga conversación
interrumpida por campanas de borroso presagio;
un tren anuncia su partida
hacia una estación fuera de tu ruta.
Aquí te quedas,
esperando a que lo perdido regrese.

Cualquier día más tarde ,alguno te suelta la noticia:
eres tú quien viaja
de este lado del tiempo y del espacio
entre la niebla.
Y es que no sabes cuando es la última vez
que te despides,
Inventarías alguna precaución:
una carta, una fotografía, más,
¿Esto de qué sirve
si a veces vuelven las personas
pero se ha marchado
lo intangible?

Punto de fuga

Para A G


Lo último que resta, un número de teléfono
sobre el que doy vueltas una y otra vez .
¿Qué diré cuando estés del otro lado?
Probablemente un informe del tiempo:
Esta noche, lluvia de estrellas.
La luna oculta
con sus fábricas de sueños en inventario.
Esta noche, sombras superpuestas
como páginas de un libro que el insomnio lee.
Esta noche, un hombre baila sobre la baranda
de un puente, abajo la autopista.
¿un río de lodo o un trazado de luces?

En el contestador no hay una voz
hay un timbre, alguien llamó y no quiso
o no pudo decir nada.
¿Fué un vendedor a plazos de cosas inútiles?
¿Acaso el ángel que arranca el séptimo sello?
¿Tú,
Ahora que vivimos sin amor y sin palabras?

El tiempo se detiene para un hombre encerrado
en el instante previo al silencio.
El tiempo lanzado hacia atrás
comparando versiones,
puntos de fuga.

Sombra enmascarada

Esta noche he visto pasar
mi propia sombra;
iba sola por la calle
abandonada de su cuerpo,
abandonada de palabras.
Cantando una canción de silencio
sólo para sí.
Entonaba su largo paréntesis,
sus interminables puntos suspensivos.

Apenas podía distinguirla
Mezclada entre otras sombras
sumergida entre los charcos,
contando piedrecitas,
saltando entre canecas de basura.

Mi sombra enmascarada
vagaba absorta en su vacío,
de hito en hito de su nada.

Soy la sombra de esa sombra.

Tempestad muda

Mentiría si dijera que la vida
ha llegado a su montaña más alta,
tampoco se hunde en su más oscura
profundidad.
El símbolo más propio sería la extensión.

Autopista interminable
de hitos semejantes, de ramificaciones
a lo idéntico, donde conocer un fragmento
es haberlo visto todo.
Sol detenido en el cenit,
Sol que desnuda las cosas,
que pule brillos en el polvo.
Mentiría si dijera que con una brújula,
que tal vez un mapa, que un automóvil
más veloz, que después de la espera algo
o alguien va a sacarme de aquí.
Mentiría si dijera que sé donde estoy,
como he llegado.

Sol que dibuja espejismos, sol que arde
y diluye la memoria; antiguo Dios de los desiertos.
Sordo a las preguntas,
tu noticia me sedujo y señaló las vastedades de un imperio.
Soy un extranjero.

En éste cruce de caminos
Se desprenden las letras de mi nombre.

Sermón entre las piedras

A veces una idea se repite semanas, meses;
como una invocación, con la tenacidad de un mantra.
Es la ecuación del pensamiento menos uno.
Son unas Palabras por decir
dirigidas a una puerta cerrada.
Oleaje del mar.
Involuntario ritual de dioses abolidos.
Semejante obstinación reduce al silencio
toda voz ajena y así pasan multitudes
y acontecimientos que no se pueden ver ni oír.

El reloj se detiene en algún momento de la noche,
un sonámbulo recita su sermón entre las piedras:
Bienaventurado el basalto; Bienaventurado el granito;
Bienaventurada la obsidiana; porque yacen mas allá
de los deseos.
Bienaventurada la arena que se funde en multitudes.
Bienaventurada la roca negra suspendida en el cielo.
La roca oculta
de interior inmune al fuego.

Volcán dormido

I


Supongamos que se trata de un volcán adentro
y presentimos la explosión que tarde o temprano
podría producirse.
Nunca.
La espera nos mantiene hipnotizados
mientras un fluir de sombras
desmigaja las estatuas.

¡Oh divino chacal!, mi alma pesa siete veces
lo que una pirámide, es como la costilla del León
en la garganta, como la mano de piedra
que en el sueño quiere trazar
su presencia sobre el polvo.


II


Haber oído tantas cosas no me sirve,
no conozco la palabra que despierta las cosas; solo insultos
lanzados sobre las terrazas y los puentes de las barcas.
Mi vida es amasar figuras de barro
que los hombres conservan en altares.
Figuras mudas de dioses mudos
a los que imploran favores que dan risa.

¡Volcán interior!
Me disuelves en el deseo extenuante,

III


Presentir que nunca tuve la razón y si la tuve
no lo supe.
Vivir considerando que una mentira me sostiene.
Haber sido expulsado de la presencia sagrada.
Pero este Dios sin nombre, viento y trueno,
acecha donde vayan las palabras.

Heme aquí, tallado por mis padres y antes de ellos
por los suyos con trabajo y con vergüenza.
Soy el simulacro de vida que ha cantado, reído
y se ha embriagado entre mujeres
que desaparecen
antes que termine la noche.
Frente al río, al pié de la barca que rehuso
tomar, vuelvo sobre mis pasos atravesando aldeas dormidas
relatando a las piedras el motivo de mi insomnio:
ésta Duda que me lleva dócil al umbral
del único fuego encendido,
donde pido perdón por cualquier cosa.


IV


Sol radiante,
prometo olvidarte como olvidé tantas otras cosas:
mis juegos de niño, las lecciones recibidas.
Los apodos afectuosos, las mujeres que me amaron,
la dirección de mi casa y de mi vida.
Prometo olvidar y calentarme en la montaña más lejana ,
en mi montaña embrujada, que susurra uno por uno
los abismos del deseo.