lunes, 11 de agosto de 2008

Volcán dormido

I


Supongamos que se trata de un volcán adentro
y presentimos la explosión que tarde o temprano
podría producirse.
Nunca.
La espera nos mantiene hipnotizados
mientras un fluir de sombras
desmigaja las estatuas.

¡Oh divino chacal!, mi alma pesa siete veces
lo que una pirámide, es como la costilla del León
en la garganta, como la mano de piedra
que en el sueño quiere trazar
su presencia sobre el polvo.


II


Haber oído tantas cosas no me sirve,
no conozco la palabra que despierta las cosas; solo insultos
lanzados sobre las terrazas y los puentes de las barcas.
Mi vida es amasar figuras de barro
que los hombres conservan en altares.
Figuras mudas de dioses mudos
a los que imploran favores que dan risa.

¡Volcán interior!
Me disuelves en el deseo extenuante,

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