Me pierde la canción que me desvela.
G. Quessep
Ulises se hizo atar al mástil de su nave
Para escuchar impune la canción de las sirenas
No soy Ulises
Pero estoy atado a un sueño,
A una promesa sin palabras.
Algo espera y llama,
¿Dónde?
No lo sé.
Oscuro es el destino.
En vano interrogo el fondo de mi taza de café.
Los signos ofrecen pronósticos ambiguos.
Veo un corazón desde su sombra,
Sujeto por una tensa cuerda
A una estrella que se aleja.
Veo unos ojos que me miran
Desde órbitas de piedra,
Una mujer que cierra una ventana.
No habré escuchado impune esa canción.
Estoy atado a una columna,
Me buscan flechas,
Susurros.
Frases de un idioma que no hablo,
Días y noches de resplandor naranja,
La ciudad donde soy un extranjero.
En suspenso bajo el cielo,
El tiempo me deslíe.
Las mujeres van y vienen,
Las promesas se olvidan.
Las canciones vuelven a inventarse
Con fragmentos cosidos una y otra vez,
Tomados del cielo, de la tierra.
Cantados por la voz de alguien
Que buscábamos como a tientas
Por un mercado bullicioso.
Y así voy por el mar, por las ciudades,
El exceso de criaturas me confunde.
Un temblor en el silencio me sujeta
A la cosa sin contornos que es mi vida.
No habré escuchado impune esa canción.
sábado, 16 de agosto de 2008
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