Que en un censo de reflejos y de reflejados hay más “imágenes que espejos” para quien tiene unalma única, es parte de un secreto que develan los poemas y los dibujos del libro Círculo hechizado, la obra de Darío Villegas que funciona como una totalidad, en la que los trazos de un dibujante hacen de bisagra en la puerta de sus versos y las palabras hacen de bisagra en la puerta de sus trazos. Flota en todo el libro una atmósfera en que lo perdido, lo escondido, regresa sin el estímulo de nadie pero al conjuro de la palabra.
Poemas y dibujos tienen la impronta del sueño, de una materia intangible. Sombras que son prolongación de espejos ciegos, sombras enmascaradas, sombras caminando entre otras sombras. La de Darío Villegas y su Círculo hechizado es una larga y solitaria pregunta por el devenir, una voz que se da en círculos como los trazados por la pedrada en el agua, que huye de su centro y a su centro regresa.
No es una poesía complaciente, ni en su lenguaje ni en sus exploraciones por el tiempo y el vacío, ni en el aserto de verdades fáciles, compartibles. Sus dibujos, con algo de sombra chinesca y vocación de mezzatinta, son un silabario hecho de trazos dictados por una fuerza oculta, acaso forjados en la lengua del sueño. Decapitados o abolidos dioses visitan a Villegas en un plano lingüístico y en un plano plástico, y casi siempre se entrelazan.
De ese talante es la poesía de Villegas, tanto la escrita como la dibujada en sus puntos de fuga. Hace y recibe guiños de lo intangible mientras tiende una cuerda tensa por donde caminar entre los hilos del lenguaje y los hilos de la niebla.
lunes, 11 de agosto de 2008
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